15 ene 2013

Superficiales


Relatoría Número 4.
Libro: Superficiales.
Autor: Nicholas Carr.

El mundo apenas empezaba a albergar en su seno a las civilizaciones que formarían los cimientos de la sociedad actual. Como piedra angular y semilla de increíble potencial se depositó sobre el mundo la primera simbología y base de la escritura, que en un principio fue útil para facilitar las labores básicas del comercio, cómo el registro de actividades de intercambio y las cuentas de los bienes materiales. Aquellos primeros usuarios de una técnica de abstracción de la realidad que cambiaria el curso del mundo comenzaron por escribir sus símbolos en objetos fáciles de encontrar, cómo las piedras y las hojas de los árboles, las cuales se convirtieron en las primeras herramientas de almacenamiento efímero de datos.

Cómo el registro se volvió una actividad de vital importancia en aquellas civilizaciones, los instrumentos tomaron formas más eficientes y duraderas, y así nacieron instrumentos cómo las tablillas, que garantizaban mayor durabilidad de la inscripción y el pergamino, que además de conservar registros de manera permanente contaba con la ventaja de ser transportado con mayor facilidad.

Conservar la palabra y la realidad en  hojas de pergamino y tablillas de cera fue un hecho trascendental en la evolución de la sociedad, pero aquel fenómeno en la contemporaneidad de Sócrates fue más visto cómo un atentado a la capacidad de la memoria que cómo un escalón de ascenso hacia el futuro.

Pero éste nuevo método fue algo a lo que ni el mismo Sócrates pudo dar reversa, en una sociedad tan arraigada al lenguaje oral la escritura comenzó siendo no más que un ciervo de la palabra, pero todas las ventajas que traía consigo le permitieron tomar fuerza adquiriendo poco a poco signos de puntuación, reglas de gramática, espacio entre una y otra palabra y un lugar en la formación académica de las gentes de la época. Ya las palabras no se escribían sobre tablillas o pergamino, pues para albergar tan importante magia cómo lo era la escritura había nacido un inmortal: El libro.

A través del curso de la historia, el libro ha permanecido intacto y venerado en todo el ingenioso esplendor de su forma, guardando ideas e historias sin límite de tiempo, albergando paciente el conocimiento, esperando sin prisa el momento de ser leído. Con el surgimiento de la imprenta se acelera la expansión del libro por el mundo, éste invento fue inaugurado con la impresión de la biblia.

Posteriormente el mundo vio nacer la prensa. Los periódicos sugirieron un enemigo para el libro, sin embargo acabaron  por convertirse, a diferencia de lo que se predecía, en primo segundo de él. Hecho similar ocurrió con los instrumentos de grabación y reproducción de sonido, que sugerían la muerte de la palabra escrita para el retorno de la oralidad y que al final acabaron siendo un instrumento más, pero nunca un remplazo de la escritura. El libro siempre se mantuvo firme e inmortal.

Neuroplasticidad: la puerta abierta en la evolución de la lectura.

Los neurólogos de antaño comparaban el cerebro con una mezcla de concreto, donde solo en los primero momentos de su formación podía ser moldeado (la niñez), y una vez se había secado el concreto mantenía su forma inmutable, es decir, las neurona habían creado conexiones imposibles de reestructurar. Esta teoría fue arduamente defendida por aquellos neurólogos antes de Freud, pero vio todos sus cimientos derrumbarse cuando los herejes que contrariaban la ley de la inmutabilidad del cerebro adulto demostraron que el concreto nunca se seca, que la capacidad del cerebro de regenerarse a si mimo es una cualidad más aguda en los niños, pero no exclusiva de ellos, y por tanto el cerebro adulto podía reestructurar sus conexiones neuronales.

Del mismo modo que el cerebro puede cambiar a lo largo de una vida, lo puede hacer a través de nuestra historia como especie. La lectura, sin duda, es una de las principales responsables de la evolución del cerebro, cómo ejemplo tenemos el desarrollo de la concentración, que requirió de un trabajo neuronal arduo en nuestro cerebro tan propenso a las distracciones, y que permitió a todos los voraces lectores que veían en el libro la máxima expresión de la tecnología sumergirse en sus páginas durante horas que parecían salirse del plano del tiempo y convertirse en minutos.

La lectura del presente y el presagio del futuro:

El soñador Turin imaginó una máquina multifuncional, y más tarde cómo un certero profeta Marshall McLuhan conoció la realidad del sueño de Turin en el procesador y predice la disolución de la lectura lineal.
En la nueva revolución de la lectura se ve implicado también nuestro cerebro y sus conexiones. Cuando nos enfrentamos a leer un texto largo, aquellas horas que parecían ser minutos cambian de rol, y ahora son los minutos los que parecen volverse horas. Esto se da porque hemos acostumbrado el cerebro a la lectura hipertextual que nos brinda la internet, a estar atentos a todas las ventanas de nuestro navegador y a la vez no prestar demasiada atención a ninguna. Un texto largo y lineal nos parece salido del contexto de los hipervínculos que llevan a todas partes, al sonido del mensaje, la notificación del correo y el blog, junto con la alerta del teléfono móvil, la ventana del chat y la actualización del estado de un amigo en una red social. Con todo esto ¿Quién se detiene a leer?.

Tal vez el cambio solo sea perceptible para aquellos que vienen de sumergirse profundamente en el libro para hacer scrolling frente a la pantalla, tanto emigrantes cómo nativos digitales reconocemos las ventajas de la web, de tener el universo del todo en la pantalla, pero son los emigrantes quienes realmente afirman éstas ventajas, pues una vez han sumergido sus hábitos en el mundo de las infinitas conexiones, difícilmente piensan en regresar a su antiguo estilo de obtener información.

¿Cómo afecta el instrumento de escritura en la formación de ideas y el desarrollo cerebral?

El mismo Nietzsche dio su testimonio certificando que efectivamente el instrumento influye en el modo de escribir. Cuando adquirió su máquina de escribir, elemento que representaba la vanguardia en aquellos días, no tardó en advertir que su modo de expresar ideas había sufrido una transformación, llegando entonces a la siguiente conclusión: “Nuestro útiles de escritura participan en la formación de nuestro pensamiento”.

Que la tecnología nos domina alegan los deterministas, que la tecnología está a nuestra merced contraatacan los instrumentalistas. Resulta imposible darle razón a ninguno, pues la tecnología es tanto ciervo cómo amo. El ideal sería tal vez esclarecer hasta que punto nos sirve y le servimos, para tener cuidado de no perder nuestra humanidad y terminar siendo máquinas dominadas por algoritmos. Sin embargo cualquier intento de reflexión es inútil, cuando tenemos a Google complaciendo cada capricho virtual que nos haga más dependientes, facilitando las cosas cuando se cree que no pueden ser más fáciles. Primero fue un buscador más en la red, luego para financiar sus costos implantó inteligentes estrategias de publicidad. Posteriormente la ambición llevó a Google a recopilar todos los libros posibles en una única biblioteca virtual, y esto solo cómo ejemplo de su expansión, pues día a día continua registrando cada actividad que se da en la red para superar su funcionamiento, implantando servicios y justificando con cada novedad el reconocimiento y poder que se le otorgan en la realidad. Las puertas de Googleplex, ¿el cielo o el infierno?, ninguna, Google no es Dios ni Satanás, aunque tantas veces se le hayan comparado, de lo que no cabe duda es de su pretensión de llegar a ser una entidad tan importante como estas.

Al lado del autor Nicholas Carr, nos sentamos en la frontera del pasado entre libros y el futuro en la red,  maravillados de los cambios del mundo y del mismo cerebro humano bajo estás influencias. Cabe entonces reflexionar, cómo lo hace el autor, si nuestra propia inteligencia y sabiduría terminará por convertirse al ritmo de las máquinas en inteligencia artificial.

Podemos decir así que el uso de la tecnología no puede definirse ni se le puede dar un significado positivo o negativo puesto que este se lo dan las personas desde su propio punto de vista, si bien algunos son tradicionalistas y buscan aún la defensa del libro y del texto impreso, otros son modernistas y se acoplan al cambio comunicativo y tecnológico que la sociedad generan con el desarrollo de nuevas herramientas y tecnologías; como se mencionó anteriormente quizá quienes tengan mayor criterio para definir esta situación son quienes emigraron de la parte impresa a la digital ya que son quienes conocen los aspectos significativos de ambas eras de la comunicación y la lectura, contrario a los nativos quienes solo tienen como precedente la época en la nacieron y en la cual se ven incluidos. De esta manera queda por sentado que estos serán aspectos que siempre van a tener defensores y atacantes por lo que nunca se podrá obtener un concepto unánime de si la evolución de la comunicación y las tecnologías es positiva o negativa.

Alexandra García.
Carlos Bedoya.
Mateo Toro.